Esta noche he sido de las personas que tropiezan tres veces con la misma piedra. Sin embargo, he tenido una suerte tremenda porque eran tres mierdas.
Suerte porque, aparte del dicho, para llevar sandalias, no rebosó nada por los lados gracias a que la consistencia era más bien de "rigor mierdis". No quiero entrar en detalles, pero me alegro de no traer ni aromas ni regalos a casa, algo que es de agradecer a no sé muy bien quién.
Cuando la pisé la segunda vez, pensé: "me tendré que fijar un poco más". Pero cuando pasó una tercera, no pude llegar a la conclusión de que mañana será un gran día.
Y con esa ilusión de mierda, me he metido en la cama.
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