31 de agosto de 2009

La vida en las alcantarillas


Se supone que allá arriba no queda nadie más bajo de 1,85 de estatura... Ahora ya no me río tanto de aquel anuncio de teletienda en el que ofertaban unas maravillosas calzas que te hacían crecer 5 centímetros. Aunque ni con esas me hubiera salvado. Las plantillas se llamaban "Btal". Qué adecuado...

Lo peor fue cuando empezaron a aparecer las marcas en las paredes, como en las atracciones de feria. Si no llegabas a la raya, ya podías decir adiós. Yo no llegaba, evidentemente. Y de ahí que un día al agacharme, alguien llamara mi atención desde una boca de alcantarilla. Al principio pensé, "no puede ser que las cucas hayan aprendido a hablar, son grandes pero no tanto...". Me topé con una personita que había optado por vivir oculto en el inframundo. Y allí que me fui.

Llevo aquí abajo no sé ni cuánto tiempo. No hago más que pensar en los mutantes de Futurama y en la leyenda del Chupachota, que no el Chupacabra. No quiero que me salga una oreja en la frente... Lo que me faltaba...

Y gracias a que cogí el portátil antes de bajar. Ahora me tienen que ver, sentada al lado de la boca de alcantarilla, con la cabeza pegada al techo (que viene a ser la acera), intentando no rozarme mucho con las paredes porque parece que los barrenderos eran todos bajitos y a estos altos no les da por barrer. Todo esto para alcanzar una rayita de wi-fi que sigue por ahí conectada. Gracias bajito desaparecido. Espero que tengas la factura de teléfono domiciliada y no te corten la línea.

Llegué a oír algo de un plan de acogida para los "no-altos". Algo sobre ser las mascotas... Tendré que seguir investigando. Dentro de la humillación que puede llegar a ser, creo que podría soportarlo. Si no me gusta siempre me puedo escapar, ¿no? Por lo menos tendría crema para el pelo... Esta humedad es terrible...

Espero poder encontrar este poquito de conexión la próxima vez... Y si no, fue bonito mientras duró... Lo bonito que sería volver a ver el sol.

25 de agosto de 2009

Fecha de caducidad

Todo tiene su fecha de caducidad. El problema viene cuando la sabes o, más o menos, eres consciente de cuándo puede llegar. Ante eso, ¿qué haces? ¿Optas por devorarlo todo en un instante? ¿O bien te decides por agotarlo todo lentamente, sin prisas y disfrutando de cada poco?

Lo peor es que en los dos casos el sabor de boca siempre va a ser el mismo. Al final, malo. El gusto que dejó en un primer momento pasará a ser un regustillo más o menos agradable, que después habrá que quitar con colutorio. Y lo que es la negación de la realidad. A sabiendas de cómo acabará todo, una sigue ahí relamiendo la cuchara por si todavía queda algo de lo que hubo.

Bueno, todas las fechas pasan. Y es verdad que hay gente que deja las cosas en la nevera tiempo después de que haya caducado, ¿pero para qué? Al final todos acabamos por tirarlo a la basura.

Todavía no he conocido a nadie que haya llorado por un yogur caducado. Pero seguro que hay quien lloró porque dejó que se caducara sin probarlo.

6 de agosto de 2009

Patchwork

Me voy a hacer un vestido con tus recuerdos para ponérmelo y quitármelo cuando me apetezca.