Bajé de la azotea. Estaba todo a oscuras. No sabía muy de dónde venía aquel ruido. Muy débil. Metálico. Recorrí todos los cuartos hasta llegar a la cocina. Empecé a oír un poco más de barullo. No tardé en darme cuenta de que mi madre se había dejado el fuego chico encendido. Las lentejas se estaban pegando.