Otra noche en blanco. Mientras espero a que la maravilla de la farmacología haga su efecto, recordé que una vez me puse a pensar en olores con la intención de dormirme. ¿Y si hago lo mismo con los sonidos? Será porque ahora mismo lo único que escucho es el reloj de la sala...
Y la banda sonora ruidosa de mi vida es:
Caru raspándose las uñas en el suelo de la azotea. Las campanadas y el tic tac continuo del reloj de la sala. La radio al despertar mamá. El ruido del cepillo cuando baldean la azotea. El saludo de cuando alguien abre la puerta del zaguán. Los resoplidos del vecino en el patio cuando pone una lavadora. Los frenos de las guaguas. Amarillo, amarillento. La aspiradora del año del pum. La campana que sabes que está encendida por la paz que hay cuando la apagas. El reguetón de los vecinos. Mis ronquidos. El pitido molesto que se pone a veces en la nariz. Las llaves encima de la mesa. Las puertas de la zapatera. El sexo. Las chapas de botellines. El matraquilleo del boli cuando hago pasatiempos. El ruido que hace Cristina cuando bosteza. La megafonía de los trenes. La sinfonía del nuevo mundo de Dvorak con la flauta. Mi risa escandalosa. El timbre de verdad. El pitido del microondas. Las planchas de la azotea con el viento. El walkman cuando se quedaba sin pilas. Los botes de especias chocando dentro del tupper. El Musso de Antonio cuando arrancaba. Movie Records. Las roscas en el caldero rojo viejísimo. La sirena de los bomberos...
Y muchos más...